“…Hace muchos años tuve un problema con una de mis 3 hermanas, con la que mejor nos entendíamos. Me sentí terriblemente decepcionada. ¡Esperaba otra cosa de ella! ¿Cómo era posible que ella pudiera hacerme algo así?… Y yo, ¿qué podía hacer con tanto enfado y frustración? Pues hice lo que hace todo el mundo: seguir enfadada y, aún hoy, sentirme decepcionada…Ya han pasado 4 años.”
¿Te suena la historia? ¿Sientes que has vivido situaciones similares?
A todas nos han pasado situaciones que nos cuesta enormemente aceptar:
- que alguien se equivoca
- no ser elegidas
- un diagnóstico o una enfermedad que llega
- que éste no es el mejor momento para que me suceda esto o aquello
- que me despidan de mi trabajo
- aceptar a alguien tal y como es
- aceptarme como soy
Y es que parece ser que “aceptar” fuera una palabra casi maldita, una palabra que hunde nuestra dignidad.
Aceptar tiene mala prensa.
¿Te has dado cuenta que los héroes y heroínas del cine no son “aceptadores”, muy por el contrario, son quienes consiguen doblegar el destino a costa de lo que sea? Pero esto dejémoslo para las películas…
Aceptar no significa que las cosas te tienen que gustar o satisfacer
Una de nuestras formas de reaccionar frente a lo que nos desagrada es evitarlo y negarlo. Aún sabiendo lo inútil que es negar, lo negamos y no queremos darle espacio. Este accionar crea más irritación y agotamiento. Y también persistencia de aquello que no aceptamos.
Estamos tan aferradas a nuestras ideas de cómo deberían ser las cosas y a los planes que hemos hecho que, ante algo inesperado, nuestro mundo se desintegra.
Cuando comenzamos a transitar el camino de la aceptación, el dolor se suaviza, la angustia cede espacio y podemos enfrentarnos con mejor actitud a lo que se presente.
Aceptar no es resignarse ni tomar una actitud pasiva, ni ser cobarde ni rendirse
Aceptar no significa resignarnos sino darnos la oportunidad de mirar con otros ojos aquello que nos disgusta. Movernos delicadamente del modo de negación, rechazo y resistencia que solemos tener frente a aquello que no deseamos ver ni sentir.
No se trata de que renuncies a tus principios y valores de vida sino que, por el contrario, te permitas -por un pequeño momento- aceptar que las cosas son como son en el momento presente.
Es importante que recuerdes la naturaleza cambiante de todas las cosas y situaciones. Ni siquiera tu respiración es constante, cambia momento a momento.
En la práctica de mindfulness, entendemos la aceptación como uno de los fundamentos para la práctica.
Aprendemos a darnos cuenta de nuestras reacciones automáticas de desear que las cosas sean diferentes, aprendemos a “ver” nuestras ideas y creencias y cómo ellas nos sugieren que deberíamos estar pensando esto o aquello, o sintiendo aquello otro.
Pareciera que siempre hay algo mejor que sentir, ver o pensar.
El único tiempo que en verdad tenemos es: Ahora
No esperes a tener un momento ideal, un cuerpo mejor, unos pensamientos más agradables para comenzar a aceptarte.
¿Cómo practicamos la aceptación?
En la práctica del mindfulness, tomamos cada momento tal y como se presenta y estando en él de forma completa.
Observamos, nos invitamos a ser receptivas, a estar abiertas a cualquier emoción, pensamiento o sensación que surja.
¿Qué mejor que aceptar una emoción difícil cuando surge, simplemente, porque ya está aquí?
Al principio, conviene aceptar de “a ratitos”. No esperes aceptarlo todo de buenas a primeras. Invítate a aceptar aquello que surge, es probable que al poco tiempo, casi sin darte cuenta, vuelvas a tu patrón de reacción ya sea de negación o rechazo. Poco a poco, anímate a profundizar los períodos de aceptación. Observa cómo te sientes cuando consigues aceptar algo incómodo.
Cuando estamos presentes somos capaces de ver cómo se suceden los cambios, cómo la vida se desenvuelve momento tras momento.
La fuerza del mindfulness radica en vivir cada uno de esos momentos plenamente conscientes, aceptando lo que llega aunque no nos guste, aunque nos desafíe o sea desagradable, reconocer que las cosas son como son por más que no nos agrade o satisfaga.
Cuando aprendes a aceptar, ya no te resistes y aprovechas toda tu energía sin desgastarte.
Aceptando respondes mejor a las situaciones que se presentan.
Aceptando te permites fluir con la vida.
En relación a la aceptación de las emociones difíciles, el poeta Rumi escribió un bellísimo y sentido poema que comparto contigo y que se encuentra en el libro del curso Mindfulness para la Reducción de Estrés, MBSR, que facilito varias veces al año.
La casa de huéspedes
El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana un nuevo recién llegado.
Una alegría, una tristeza, una maldad,
cierta consciencia momentánea llega
como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Incluso si fueran una muchedumbre de lamentos,
que vacían tu casa con violencia.
Aún así, trata a cada huésped honorablemente,
puede estar creándote el espacio
para algún nuevo deleite.
Al pensamiento oscuro,
a la vergüenza,
a la malicia,
recíbelos en la puerta sonriendo
e invítalos a entrar.
Agradece a quien quiera que venga,
porque cada uno ha sido enviado
como una guía del más allá.
Yalal ad-Din Muhammad Rumi, S. XIII